- Muchos de los hábitos alimenticios se forjan en la primera infancia, por eso la relevancia de dotar de una dieta balanceada a los menores.
Si bien hay una predisposición genética que influye en los padecimientos que puede tener una persona en la edad adulta, el tipo nutrición que tenga durante su primera infancia será determinante para el resto de su vida.
Lo anterior, lo confirmó Erika Elizondo Cornejo, licenciada en nutrición y salud pública, quien en entrevista exclusiva para el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) destacó que mediante la epigenética se puede modificar absolutamente todo con cambios de hábitos en la alimentación. “Por eso es bueno que en la infancia se puedan crear unos buenos hábitos alimenticios”.
Uno de los aspectos cruciales para la nutrición del o la recién nacida, refirió, es la lactancia materna porque la leche materna es el alimento cargado de nutrimentos, calorías, proteínas, carbohidratos y vitaminas que ayudan mucho al desarrollo de su sistema inmunológico, físico y cognitivo. Por ello, advirtió, es importante que la mamá lleve una alimentación completa y siga con una suplementación toda vez que lo que necesita el niño, también lo necesita la mamá, recalcó.
Al detallar sobre cómo dotar de una buena nutrición a los pequeños de entre 0 y 5 años, la especialista señaló que es importante dividir ese periodo en dos etapas: los primeros 2 años de vida y después, la primera infancia.
Sobre el primero explicó que la alimentación debe iniciarse exclusivamente con leche materna y al cumplir los 5 o 6 meses se pueden introducir los alimentos sólidos, considerando siempre los cinco grupos de alimentos, que son frutas, verdura, proteínas, cereales y lácteos, ya que cada uno tiene un beneficio que le aportará beneficios y ayudarán al crecimiento del bebé. Se va iniciando con poca cantidad y progresando hasta llegar a las cantidades necesarias.
En teoría, mencionó la especialista en alimentación complementaria y lactancia materna, en el plato del infante se debe incluir, por ejemplo, pollo con tomate, papa y manzana picada, eso sería lo ideal, incluir esos alimentos complementarios, y paulatinamente ir cambiando; las calorías también deben ir subiendo, poco a poco, porque al año se puede dar un primer momento “crítico” en la alimentación, es decir, una crisis de crecimiento.
“Es común que un niño disminuya su apetito y ya no se coma la calabaza, por ejemplo, o ya no se termine todo, lo cual se puede dar porque, posiblemente, su cuerpo ya no necesite tantas calorías, y es el momento en el que debemos insistir con el aporte de los cinco grupos de alimentos, pero continuar ofreciéndole todo tipo de preparaciones para evitar después a un problema mayor”, detalló.
Posteriormente, al proceder con la primera infancia, indicó la experta en alimentación pediátrica, además se tienen que otorgar, de acuerdo a cada año, cierto tipo de vitaminas y minerales esenciales, entre ellos, calcio, vitamina B, omega 3, para ayudar al desarrollo cognitivo y al desarrollo de los huesos del niño, por ejemplo.
De manera paulatina, añadió, se irá subiendo a las calorías y la cantidad de las porciones y considerar que la introducción de azúcar se debe comenzar poco a poco a los 2 años, lo cual no quiere decir que puede comer productos ultraprocesados o dulces. Consumir azúcar antes de los 2 años puede impedir la absorción de vitaminas y minerales y facilitar el déficit de alguna vitamina, puntualizó.
En este sentido, aclaró, que si se lleva una alimentación balanceada, a partir de los 6 años es un poco más difícil ver una deficiencia. Entonces se puede comenzar a utilizar algunos alimentos con ciertos tipos de azúcar, como el azúcar de coco u otros tipos aprobados para pediatría y que no estimulan mucho la actividad del niño, al no incluir mucha carga de azúcares añadidos.
Para que los menores puedan tener una nutrición adecuada, Elizondo Cornejo recomendó brindarles una dieta completa, variada y con una exposición de todos los alimentos y diversidad de sabores y texturas. “Es importante que desde que empiezan a comer, es decir, a partir de los primeros seis meses, se vaya progresando ‘rápidamente’ y no estancarse mucho en papillas, porque después los niños tienden a ser más selectivos sensorialmente por las texturas”, opinó.
Con los hábitos de alimentación que enseñemos a los niños, ellos irán estableciendo sus gustos hasta los 2 años, por eso es importante insistir, aunque “aparentemente” ya no le agrade comer la manzana u otro alimento. “Descansa una semana y vuelve a ofrecerle a la siguiente”, sugirió, pues como padres somos los responsables de crear estos hábitos para que el niño los establezca y pueda relacionarlos con una buena nutrición.
Finalmente, sobre la prevención de obesidad y sobrepeso en infantes sostuvo que es importante tener una plática con ellos sobre qué alimentos son los más nutritivos para su desarrollo y cuáles no, lo cual no significa ser tan drásticos, sino ser permisivos hasta cierto punto y hacer énfasis en que distingan qué alimentos le benefician y cuales deben consumirse de manera ocasional, para prevenir problemas como el sobrepeso, algún problema metabólico, resistencia a la insulina, etcétera.